AVENTURAS EN MADRID, ROCK’ ROLL Y MARAVILLAS


Viajamos a la antigua ciudad de Madrid. Sobrevolamos el barrio Maravillas, donde se decía mucho “de Madrid al cielo” cuando el cielo de Madrid empezaba a tornarse gris. Estamos en la antigua época de mediados de los años ochenta. Nos adentramos entre las calles de una zona llamada Malasaña, que era mala para los vicios pero buena para hacer amigos para el copeo. Caminamos hacia el Agapo, famoso garito donde actúan los que aún no son demasiado famosos. Las calles se llenan de carteles anunciando conciertos por todo Madrid. Burning en Aluche. Ilegales en Lucero. Leño en Vista Alegre. Radio Futura en Sol. Los Secretos en Argüelles. Nacha Pop en San Juan Bautista. El Último de La Fila, Gabinete Caligari, Alaska y Dinarama, La Unión, Los Rebeldes, Danza Invisible, Los Suaves, Siniestro Total, Cómplices, Golpes Bajos, Polla Records, Pistones, Parálisis Permanente, Rubi y Los Casinos… Músicas de todos los colores y gustos pegados por las fachadas de Malasaña, en carteles donde se desborda la imaginación de los artistas en diseño gráfico. Algún día el desconocido grupo que hoy actúa en Agapo también estará entre esos carteles.


Tres veinteañeras disfrazadas de monjas medievales siniestras entran a La Vía Láctea, donde Kike Turmix conversa con un cantante de un grupo musical recién formado. Por petición de algún coleccionista de vinilos, amigo de Kike, suena una canción psicodélica del pasado: The Hide Tide, “Dancing in my mind”. Es tiempo de carnavales, y las tres veinteañeras disfrazadas pasean por la noche malasañera, con hora límite de vuelta a casa por imperativo patriarcal. Salen de La Vía Láctea, donde han compartido una cerveza. Les hubiera gustado tomar cada una la suya, pero el monedero no da para más, y la bebida en los pubs de moda tiene los precios altos. Son tiempos difíciles para conseguir un trabajo bien pagado, sea legal o no, por mucho que visen y revisen los empleos que anuncian en el dominical. Han vendido enciclopedias por oficinas del funcionariado. Han encuestado en casas desconocidas sobre hábitos de consumos conocidos. Han recolectado en el campo. Han expuesto en el rastro sus ropas elásticas (de retales al peso y herramientas caseras). Han vendido en puestos ambulantes pendientes de alambre con perlas de plástico, colecciones leídas de Agatha Christie, bocadillos variados transportados en carrito de la compra que terminaron de gratis en estómagos de colegas hambrientos que pasaban por allí… Han llorado para luego reírse de sí mismas, disfrazándose y amando platónicamente como locas post-adolescentes de colegio de monjas disfrazadas de monjas.
 
Frente a La Vía Láctea hay otro bar con muros de cristal donde se sirven cañas con tapas. Allí, apoyado en la barra, con su pelo negro revuelto, sus gafas de pasta rotas pegadas con celofán, su gabardina llena de juguetes y trastos colgantes, está Poch inventando la continuación de su banda Derribos Arias. Las tres monjas medievales siniestras se toman unas cañas con él, le regalan un nuevo amuleto para su gabardina, y le despiden con un beso de ternura surrealista.

De camino a la parada del bus buho, las tres disfrazadas hacen otra parada en el Brillos, donde se encuentran con amigos de Batán, y toman otra cerveza a trío entre contemplaciones del globo que decora el techo. Y otra parada en el bar de tapas de unos ingenieros aeroespaciales, donde se encuentran con amigos rockers que las invitan a fiestas.

Se va acercando la hora impuesta por los padres para volver a casa, pero ellas quieren continuar su paseo nocturno. Así que idean la excusa perfecta para retrasar la llegada: están en disco Pachá y han ganado un concurso de hula-hoop, por lo cual tienen que esperar a recibir el premio…

El Agapo es un pub pequeño, pero con solera. Allí termina el paseo nocturno antes de coger el buho de regreso a casa, en otro barrio pasando el río Manzanares. Con algo de suerte, si han quedado monedas de la noche, pueden compartir un peseto para volver a casa, esa casa donde encontrarán reproches, acusaciones, castigos, y algún que otro bofetón o cinturón al estilo látigo. Pero eso no impedirá que vuelvan de paseo nocturno a buscar su barrio de maravillas y rock.

En el cielo brillan las estrellas. Entre ellas, a duo, actúa Little Richard con Freddy Mercury: Malasaña se ha fusionado con Chueca. Kike Turmix los ve juntos, y alucina. Los ojos de la luna brillan, susurrándonos algo importante: nunca dejes de soñar.

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